Hacia bueno y ella tenía el equipo completo: Bañador,
chancletas, manguitos, toalla, bolsa de playa y crema de protección. Si, si,
habéis leído bien, crema de protección. ¡Cuanto se aprende con ellos! Y una de
las cosas, menos importante, claro, que aprendimos ese verano fue que los
negros también se queman, y se ponen entre morados y azules. Ella también
aprendió la lección y desde ese día embadurnaba su cuerpo y su cara con
protección 50. ¡Mas vale prevenir que curar!
Fuimos a Plentzia, por ser una playa con aguas mas
tranquilas y mas familiar. Yo creo que algunas de esas familias todavía se
acuerdan de nosotras. Bajamos del coche como en el Desembarco de Normandia. No
nos faltaba de nada. Cada una con su mochila correspondiente y además el cubo,
la pala, y todo tipo de cacharritos, porque no sabíamos como se iba a tomar lo
de pasar la mañana en la playa.
En aquella primera reunión de Madrid ya nos habían contado
que tuviésemos mucho cuidado con lo de nadar. Algunos te dicen que saben y
luego vienen los sustos. Así, antes de salir de casa le sometimos a un tercer
grado y le preguntamos como llevaba ella
esto del chapuzón en el mar, nos dijo que no sabia nadar. Si era que no, era
que no, eso estaba claro.
Ya teníamos todo mas o menos organizado sobre la arena;
lejos del agua, claro. Nuestro mar es el Cantábrico y aquí, cuando sube la
marea, sube.
Según comenzamos a andar hacia la orilla, vuelta a mirar al
horizonte. Ese horizonte ya me estaba cansando. Helena vio que aquello no era
una charca, el agua se unía al cielo y no veía su final. Pero además ese color
azul oscuro le impresionaba. No hablamos todavía de la temperatura de ese agua,
no la habíamos tocado. Pero ya os adelanto que ella no entiende como puede
estar tan fría. Su hermana, Alejandra, le dice siempre que no esta fría,¡Esta
estupenda!
- ¡ Socorrrrrroooooo! - en perfecto castellano con acento
ghanés.
- ¡ Socorrrrrrrooooo!. ¡Socorrrrrrroooooo! - repetía sin
cesar
No, os prometo que no estábamos intentando matar a la niña.
Pero, toda la playa lo pensaba. Muchas miradas estaban fijas en nosotras.
Algunos pensaron que estábamos haciendo una especie de sacrificio de inmersión.
No, el agua no había tocado su dedo gordo, bueno, ni el gordo ni ninguno.
Mi mano estaba morada porque ella apretaba tanto que yo ya
no la sentía.
- Salta,Helena. Cuando llegue la ola, salta. ¡Jump
Helena,jump!
Pero ella, ni jump, ni jomp, ni nada de nada. Ella tenía
apretado el botón de ¡Socorrrrrrooooo¡, y de ahí no podíamos salir. A Alejandra
y a mi nos dio por reír y no podíamos parar. Helena gritaba, nosotros a punto
de morir de risa y aun no habíamos tocado el agua. La intención de bañarnos no
pasaba de eso, de intención. Yo le prometía que no le iba a soltar, que el agua
no le llegaría por encima de la rodilla, pero ella estaba anclada, física y
mentalmente, en ese punto y yo no veía la manera de convencerla. Me gano, dimos
la vuelta y extendimos nuestro territorio con los cubos las palas y un montón
de construcciones de arena.
El baño seria otro día. Si seguíamos allí iban a tener que
amputarme la año. Ella no pensaba soltarla mientras siguiésemos allí..
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